Calidad de vida
Calidad de vida. ¿Cuántas veces hemos escuchado este término y lo hemos anhelado profundamente? Una buena calidad de vida es algo que damos por sentado en esta sociedad acomodada, pero para las miles de personas que convivimos con la migraña esta calidad de vida se ve severamente afectada.
Migraña y calidad de vida me parecían hace unos meses dos términos totalmente incompatibles. La vida que conocía se había ido -y perdonadme la expresión- a la mierda. Todos mis amigos, todos mis proyectos de futuro, mi trabajo, mi equipo de rugby. Todo. Llegó un punto en el que los días sin dolor pasaron de ser un regalo a ser inexistentes, y no encontraba las ganas de seguir adelante por ningún lado.
En estos meses tan oscuros, que pasé entre la cama y el hospital, me di cuenta de una cosa: el dolor no es tan importante. Si pudiera coger la parte psicológica -el cansancio, el hartazgo, la desesperación, la frustración por los tratamientos fracasados, etc.- y la parte física -el dolor- y disociarlas, me quedaría sin duda con el dolor. El dolor ya no dolía tanto.
Hace siete meses empecé a tratarme en una unidad especializada en cefaleas, y entonces el término calidad de vida cobró más sentido que nunca. Cuando voy a consulta, no me preguntan si tengo dolor diario, me preguntan si soy feliz. De hecho, en la última consulta, la neuróloga me dijo: "como te veo feliz, no te voy a modificar el tratamiento".
¿Qué quiero deciros con esto? Yo, como muchas de vosotras, sigo viviendo con dolor. Tengo dolor diario y dependo de una pastilla para funcionar, pero me he dado cuenta de que eso no es lo más importante. Lo más importante es que, gracias a los tratamientos, estoy pudiendo tener calidad de vida, estoy pudiendo vivir. El dolor ha dejado de ser tan extremadamente incapacitante y poco a poco estoy recuperando la vida que yo conocía.
Probablemente a cualquier persona que no sepa qué es vivir con una enfermedad crónica altamente incapacitante estas palabras le parezcan una autentica locura, pero, viniendo de donde yo vengo, me considero una persona muy afortunada y vivo cada día momento que el dolor me lo permite como un regalo.
Se trata, en definitiva, de convivir con el dolor, no de vivir para el dolor.