Elena Vigario

Mi experiencia con el bótox

Mi experiencia con el bótox no es que dé para una entrada del blog, sino que da para una película de Álex de la Iglesia por lo surrealista de la situación. Como ya he contado alguna vez, a mí me diagnosticaron migraña con ocho o nueve años, pero, por suerte, no ha sido hasta los veinte cuando realmente ha supuesto un problema en mi día a día. Os cuento esto porque en casi veinte años nadie me había hablado del bótox, y toda la información que tenía al respecto me la había proporcionado el doctor Google.

Actualmente, el protocolo para aplicar la toxina botulínica en España es el siguiente:

Fuente: Manual de Práctica Clínica en Cefaleas. Recomendaciones Diagnóstico-Terapéuticas de la Sociedad Española de Neurología 2020.

Como veis en el esquema, hay que pasar por varias fases antes de ser candidata a la toxina botulínca. En concreto, si se sigue el protocolo que vemos en la gráfica, tardaríamos entre nueve meses y un año en poder recibir la toxina, lo cual como ya sabemos puede suponer un empeoramiento del cuadro clínico. Sin embargo, este protocolo sinceramente me parece una utopía, ya que tanto por experiencia propia como por experiencias que me contáis vosotras, tenemos que probar muchísimos más tratamientos orales antes de que siquiera se nos mencione la posibilidad de que se nos administre el bótox.

Dicho esto, procedo a contaros mi experiencia. La primera vez que me hablan de bótox es en febrero de 2020, es decir, dos años después de recibir el primer preventivo y habiendo acumulado un total de cuatro preventivos que no me hicieron ni cosquillas a excepción del topiramato, el cual me retiraron porque no lo toleraba. Sin embargo, ¿qué pasó en febrero-marzo de 2020? Pues lo que todos ya sabemos: que nos metimos en casa y todas mis esperanzas se fueron al traste. En este momento, yo tenía entre quince y veinte crisis de migraña al mes, o sea que os podéis imaginar el confinamiento que pasé.

Por fin, en mayo termina el confinamiento y se retoman las consultas de neurología. Tras una consulta telefónica con mi neuróloga de aquel momento, me cita para la primera infiltración el 30 de mayo de 2020. Con esta infiltración noto una leve mejoría, pero tampoco me cambia la vida. La segunda infiltración me toca en septiembre de 2020, y aquí empiezan los problemas. Yo en aquel momento estaba en una compañía de seguros, y básicamente se negaban a financiarme el tratamiento. Cuando finalmente consigo autorización, voy a consulta y le explico a la neuróloga que la primera infiltración no me ha hecho efecto, a lo que ella me contesta: “es que probablemente necesites más dosis, pero el seguro cubre hasta aquí”. A pesar de ello, estoy bastante contenta tras esta infiltración, pues paso de 17 días de dolor a 8.

Sin embargo, en noviembre sufro lo que se conoce como “fin de dosis precoz”, algo completamente normal según supe después. Durante ese mes fui varias veces a urgencias y, desde allí, me derivaron a una neuróloga diferente, la cual decidió que era buena idea retirarme el bótox y volver a las pastillas. Spoiler: salió mal. Probé dos tratamientos de pastillas más o, lo que es lo mismo, estuve seis meses sin tratamiento, porque las pastillas no me hacían absolutamente nada.

Llegados a este punto, la desesperación me lleva a Barcelona, donde la Dra. Pozo me plantea un tratamiento combinado de bótox+anticuerpos monoclonales y me deriva a un neurólogo de Madrid, que es donde yo vivo. Así, finalmente, en mayo de 2021 empiezo de nuevo el ciclo de bótox ya con infiltraciones regulares. Es aquí cuando también decido cambiarme a la Seguridad Social, pues es el único lugar donde tienes la certeza de que, tarde o temprano, van a darte el tratamiento que necesitas sin tener en cuenta los costes.

En principio, me hablaron de que tardaría un año en notar una mejoría significativa con el bótox, es decir, lo que serían cuatro infiltraciones. Y así ha sido: después de la cuarta infiltración, he pasado de 30 días de dolor a entre 15 y 20, y de una intensidad leve a moderada. Lo que quiero transmitiros con esto es que tengáis paciencia y no tiréis la toalla, porque la mejoría termina llegando.