Elena Vigario

Piedras en el camino

¿Realmente no puedes o tú misma te pones las piedras en el camino?

Me he hecho muchas veces esta pregunta. Incluso antes de tener migraña. Cuando estamos ante una situación nueva, surgen los miedos de no estar a la altura, aparece el síndrome del impostor, sale a flote la maldita pregunta del "¿qué pensarán de mí"?, y un largo etcétera de suposiciones y anticipaciones de lo que puede pasar o dejar de pasar que, al final, muchas veces simplemente decimos: no puedo hacerlo. En ese caso, hay que enfrentarse a ello, coger el toro por los cuernos y salir de nuestra zona de confort. Si sale mal, ya veremos cómo lo gestionamos pero, de antemano, no te pongas tú la piedra en el camino. Hay cosas maravillosas ahí fuera.

Sin embargo, la situación cambia completamente cuando se tiene una enfermedad crónica incapacitante, como es la migraña. Cada día es una aventura, pues puedes poner en tu lista de tareas hasta la hora a la que vas a ir a hacer pis que, si a la migraña le parece bien, te desbarata todos los planes y te deja tumbada en la cama tres días.

Si, como es mi caso, tienes migraña crónica con crisis diarias, entonces la situación se complica todavía más. Soy estudiante, y la incógnita con la que me acuesto todas las noches es: ¿podré ir a clase mañana, o una vez más tendré que rendirme a la enfermedad? Además, el hecho de tener que parar a descansar todos los días porque las crisis reaparecen, reaparecen y reaparecen una y otra vez, me hace cuestionarme si realmente yo puedo sacarme una carrera universitaria. Si realmente puedo seguir adelante.

Mi histórico me dice que sí, pues llevo diagnosticada de migraña crónica justamente tres años, y eso no ha sido ningún impedimento para sacar adelante mis estudios. Sin embargo, yo misma me sigo diciendo todos los días que no puedo, cuando es evidente que sí que puedo. Me costará más esfuerzo que al resto; supondrá un gran sacrificio por mi parte utilizar la poca energía que tengo en preparar exámenes que, en principio, ni me van ni me vienen; implicará un gran compromiso el hecho de levantarme y seguir adelante incluso cuando lo vea todo negro. Pero tengo claro que es lo que quiero hacer.

Con esto lo que quiero transmitiros es que hay veces que, efectivamente, el cuerpo dice que no, y no puedes. Y es inteligente saber cuándo hay que parar. Por ejemplo, el cuatrimestre pasado paré de ir a clase en abril y me dejé dos asignaturas para otro año. Sin embargo, hay otros momentos, como en el que me encuentro actualmente, en los que estoy mucho mejor y, aunque no estoy al 100%, soy perfectamente capaz de seguir adelante con todo, y cualquier pensamiento derrotista que se me pase por la cabeza no puede estar más lejos de la realidad.

Por eso, la próxima vez que te enfrentes a una situación párate a pensar y pregúntate: ¿realmente no puedo, o soy yo la que se está poniendo las piedras en el camino?